Cáncer de vejiga: síntomas, diagnóstico y tratamiento

El cáncer de vejiga es una enfermedad transversal que afecta tanto a los hombres como a las mujeres, con una incidencia importante en los pacientes mayores de 60 años.

Según la curva epidemiológica, los casos registrados cada año en los hombres son similares, lo cual es un signo de meseta, mientras que los primeros diagnósticos de cáncer de vejiga en las mujeres están creciendo, aunque lentamente.

Italia: cáncer de vejiga en cifras

En Italia, en 2020 (el último año de referencia antes de la pandemia), hubo más de 25.000 casos de cáncer de vejiga, de los cuales 20.000 en hombres y 5.000 en mujeres. Según los datos del Registro de Cáncer, el 85% de este tipo de cáncer es superficial, mientras que en el 15% de los casos es infiltrante (más peligroso).

La tasa de supervivencia se estima en 5 años y la posibilidad de recidiva una vez curado es muy alta. El cáncer reaparece en el 60-70% de los casos, no siempre de forma más grave que el tumor original.

Hasta la fecha, se ha diagnosticado cáncer de vejiga a 330.000 personas, una parte considerable de la población italiana.

Seguramente el síntoma más importante al que hay que prestar atención es la presencia de sangre en la orina, o hematuria, que afecta a hombres y mujeres. Se encuentra, de hecho, en el 80-90% de los que han sido diagnosticados de cáncer de vejiga.

La hematuria puede ser de tipos siguientes:

• macroscópica, es decir, visible a simple vista,
• microscópica, detectable sólo a través de análisis de orina específicos.

Otros síntomas importantes, aunque menos frecuentes, son los trastornos urinarios irritativos, como:

• sensación de necesidad de orinar con frecuencia,
• presencia de un estímulo muy urgente,
• percepción de tener que orinar mucho y, en cambio, expulsar unas pocas gotas.

Por último, algunos tumores agresivos que obstruyen la salida de la orina de uno de los riñones pueden provocar un dolor sordo en el costado, especialmente en un lado de la espalda. Se trata de signos esporádicos e inusuales de la enfermedad.

Existen varios factores de riesgo, como:

• trabajo: trabajo diario en contacto con sustancias peligrosas con ausencia de protección adecuada;
• ambiente: como en el caso de la esquistosomiasis, una infección causada por un gusano parásito que vive en las aguas dulces de las regiones subtropicales y tropicales;
• genética: se puede tener una predisposición a este tipo de neoplasia, pero no una mutación genética.

Sin embargo, uno de los factores más predisponentes es, sin duda, el tabaquismo, que tiene un gran impacto: está presente en el 50% de los casos.

"Las sustancias nocivas de un cigarrillo, tras ser filtradas por los riñones acaban en la orina que, al permanecer en contacto con la pared interna de la vejiga, pueden provocar mutaciones celulares con la consiguiente formación de una neoplasia. El riesgo es proporcional al número de cigarrillos fumados y a los años marcados por este mal hábito.

Hay que tener en cuenta que incluso el tabaquismo pasivo, por desgracia, expone al riesgo de la aparición del cáncer de vejiga. Con respecto a los cigarrillos electrónicos, sin embargo, todavía no hay datos fiables porque muchas investigaciones están en la fase de validación científica", - especifica el especialista.

Para diagnosticar el cáncer de vejiga, existen investigaciones de primer nivel, como la ecografía, que es sencilla, poco invasiva y precisa, y la citología urinaria, que consiste en la recogida de 3 muestras de orina en 3 días diferentes.

Si existe una sospecha diagnóstica, es bueno pasar a investigaciones de segundo nivel, como TC (cuando hay sospecha de afectación del uréter o del riñón) o la cistoscopia, que permite un diagnóstico directo. Gracias a la introducción de los cistoscopios flexibles de fibra óptica, la cistoscopia es mucho menos invasiva.

En cualquier caso, como en todas las patologías neoplásicas, el diagnóstico debe ser rápido y precoz.

La forma más frecuente de cáncer de vejiga es la denominada urotelial, que se origina en la parte interna de la vejiga, en la piel que la recubre. Sin embargo, la misma piel cubre también el uréter y una pequeña parte del riñón, por lo que no hay que subestimar el dolor de espalda de larga duración.

Las neoplasias de la vejiga se consideran casi siempre malignas y se dividen en:

• forma de alto grado, que tiende a ser agresiva;
• forma de bajo grado, menos agresiva.

Sin embargo, las formas más raras de cáncer de vejiga se asocian a otros factores, como la esquistosomiasis (a la que ya nos hemos referido), que provoca un carcinoma de células escamosas, afortunadamente poco frecuente en nuestras latitudes.

Otra clasificación importante de los tumores de vejiga, que sólo puede determinarse tras su extirpación, es su separación entre superficiales e infiltrantes.

El estancamiento de esta enfermedad es fundamental porque las terapias, según el caso, cambian radicalmente.

Aunque se están probando nuevos fármacos y nuevos protocolos terapéuticos, el tratamiento del cáncer de vejiga es el de los años pasados.

En el Instituto Clínico de la ciudad de Brescia abordamos esta patología, como todas las neoplasias, con un enfoque multidisciplinar: el oncólogo y el radioterapeuta trabajan codo con codo con el urólogo.

Tras el diagnóstico de primer nivel, procedemos a la resección endoscópica de la vejiga. Se trata de una práctica quirúrgica gracias a la cual se identifica la localización del tumor y el número de lesiones de la vejiga con un instrumento equipado con una cámara, y que se elimina posteriormente mediante corriente eléctrica.

A continuación, en base a la investigación histológica, es necesario entender si se trata de una neoplasia superficial o infiltrante, siguiendo con la terapia.

En el caso de un tumor superficial, por lo tanto con menos posibilidades de recidiva, se prefiere una quimioterapia o inmunoterapia intravesical.

"Es la última frontera en la lucha contra el cáncer, que consiste en tomar un fármaco, que contiene una bacteria de la tuberculosis, que se instila en la vejiga para estimular la respuesta inmunitaria del paciente. Hasta la fecha, ésta es la única terapia que se ha demostrado capaz de impedir la progresión del cáncer de vejiga", explica el Dr. Zani.

Si, por el contrario, se trata de una neoplasia infiltrante, por tanto de alto riesgo, se procede inevitablemente a la extirpación total de la vejiga: un procedimiento de demolición que consiste en extirpar los órganos pélvicos anteriores (vejiga, próstata y vesículas seminales en los hombres; vejiga, útero, ovarios y pared anterior de la vagina en las mujeres).

El paso siguiente consiste en la extirpación de los ganglios linfáticos adyacentes a la vejiga que, en la mayoría de los casos, son el primer foco de metástasis. Una vez extirpada la vejiga, se procede a la derivación urinaria (interna o externa) para asegurar la salida de la orina, reconstruyendo de forma efectiva la función de depósito que tenía la vejiga originalmente.

"Adoptar estilos de vida adecuados sin duda ayuda, al igual que los controles periódicos de detección y prevención a partir de los 40 años", explica el Dr. Zani.

Ante la presencia de síntomas, como dolor o micción frecuente, es aconsejable realizar una ecografía y un examen citológico urinario, el que normalmente se utiliza para buscar células anormales. Si dan resultados negativos o tienen valores normales, es probable que los síntomas sean atribuibles a una infección, excluyendo patologías más graves.