Cáncer de riñón

¿Qué es?

El cáncer de riñón es una neoplasia frecuente en la población general y representa alrededor del 3% de todos los tumores sólidos que se diagnostican. Cada año se producen más de 80.000 nuevos casos en Europa, de los cuales unos 11.000 sólo en Italia. Surge con mayor frecuencia después de los 60 años y afecta a ambos sexos, pero es más frecuente en los hombres. Los principales factores de riesgo son: tabaquismo, hipertensión arterial, obesidad, antecedentes familiares y predisposición genética, exposición a sustancias tóxicas ambientales y laborales, o hemodiálisis. De los 10 pacientes con cáncer de riñón, ocho tienen una enfermedad con características malignas, mientras que los casos restantes son formas no necesariamente agresivas y peligrosas. El tipo más frecuente es el carcinoma de células claras, que afecta a uno de cada seis pacientes.

¿Cuáles son los síntomas?

Es poco común notar la enfermedad por uno de los tres síntomas clásicos del cáncer de riñón, que son el dolor de costado, hematuria (sangre en la orina) y presencia de una masa abdominal. La mayoría de las masas renales son asintomáticas y no palpables, y se descubren por casualidad durante investigaciones realizadas por otros motivos. En el caso de una enfermedad más avanzada, el cáncer de riñón también provoca síntomas que no se limitan al riñón, como tos o dificultad para respirar, dolores óseos o fracturas, dolores de cabeza, alteraciones visuales o convulsiones, y finalmente pérdida de peso, anemia, fiebre o agotamiento. El urólogo debe ser contactado en el caso de: - exposición a factores de riesgo - nódulos o lesiones en el riñón encontrados durante exámenes de diagnóstico, por ejemplo, ecografía, tomografía computarizada o resonancia magnética, incluso cuando se realizan por otros motivos - aparición de síntomas sospechosos de esta enfermedad, como hematuria, dolor lumbar, masa palpable en la región lumbar y/o abdominal.

  • dolor de costado
  • macrohematuria (sangre en la orina)
  • masa abdominal palpable
  • caquexia
  • hipertensión
  • pérdida de peso
  • pirexia
  • neuro-miopatía
  • amiloidosis
  • policitemia
  • anemia
  • función hepática alterada
  • hipercalcemia
  • dolor de huesos
  • tos persistente

¿Cómo se diagnostica?

El diagnóstico del cáncer de riñón se basa en el examen urológico, que incluye una evaluación de la historia clínica y un examen objetivo, y en los exámenes radiológicos. La ecografía del abdomen puede hacer sospechar un cáncer de riñón y es el primer nivel de diagnóstico. Todos los pacientes con sospecha de cáncer de riñón deben someterse a una TAC con medio de contraste o a una RMN de abdomen. Estos exámenes confirman el diagnóstico y proporcionan información sobre el tamaño de la enfermedad, las características anatómicas y la presencia de signos de agresividad como la invasión de las venas o los ganglios linfáticos (estadificación local).

Dependiendo del perfil de riesgo individual del paciente, también puede ser necesario realizar una TC de tórax y/o una gammagrafía ósea para evaluar la presencia de diseminación de la enfermedad fuera del riñón (estadificación sistémica). También deben realizarse análisis de sangre exhaustivos para estimar la función general de ambos riñones. Si está indicada la medición precisa de la contribución de cada riñón individual, se requiere una gammagrafía renal secuencial. Muy a menudo, las investigaciones radiológicas no permiten establecer con certeza la naturaleza benigna o maligna de la enfermedad, y se requiere un análisis microscópico del tejido para determinar el tipo histológico del tumor. Esto puede obtenerse tomando biopsias de la lesión o analizando la totalidad de la lesión tras su extirpación mediante cirugía. En el San Raffale todavía es posible realizar, en el marco de un estudio clínico, un examen de medicina nuclear llamado SPECT, que es una herramienta prometedora para discriminar las formas benignas de las malignas.

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Exámenes sugeridos

¿Cómo se trata?

Los posibles tratamientos para el cáncer de riñón incluyen:

  • vigilancia, cirugía de nefrectomía parcial
  • extirpación del tejido enfermo únicamente
  • nefrectomía radical
  • extirpación de todo el riñón
  • destrucción por ablación y terapia farmacológica.

No existe una terapia única que se adapte a todos los pacientes, sino que la elección del mejor tratamiento la coordina el Urólogo con la ayuda del resto de especialistas, Radiólogo, Oncólogo y Nefrólogo, en función de las características específicas de cada enfermedad y de cada paciente.

La vigilancia activa implica controles radiológicos serios a lo largo del tiempo y es la estrategia de elección en los pacientes que tienen una enfermedad relativamente poco agresiva en comparación con otros problemas de salud generales. En caso de riesgo oncológico, se interrumpe la vigilancia y el paciente es candidato a un tratamiento activo.

Cuando el objetivo del tratamiento es curar el tumor renal localizado, la cirugía es el tratamiento de elección. En los casos en los que es posible, la cirugía consiste en extirpar el tejido tumoral preservando el tejido renal sano restante (nefrectomía parcial). Las ventajas asociadas a la conservación de parte del tejido renal son un menor riesgo de insuficiencia renal postoperatoria, un menor riesgo de eventos cardiovasculares postoperatorios y, en algunos casos, incluso una mayor supervivencia a largo plazo. La nefrectomía parcial no siempre es factible, y en los casos en que no es posible preservar una porción de tejido renal, la operación implica la extirpación de todo el riñón (nefrectomía radical). Todas estas operaciones pueden realizarse mediante cirugía abierta, técnica laparoscópica tradicional o técnica laparoscópica asistida por robot, según la experiencia del cirujano.

No todos los pacientes pueden ser candidatos a la cirugía. La ablación consiste en la destrucción de las células tumorales mediante una fuente de energía externa. Para tratar el tejido objetivo, es necesario alcanzar el tumor con agujas utilizando como guía la ecografía o la TAC. La calidad de los estudios disponibles sobre estos métodos no permite indicaciones definitivas, y este tratamiento se reserva para pacientes con problemas de salud que conllevan un riesgo importante de complicaciones en caso de cirugía.

En presencia de enfermedad con metástasis a distancia, el tratamiento es determinado por un equipo multidisciplinar en el que participan el Urólogo y el Oncólogo. En algunos casos, el tratamiento consiste en la extirpación quirúrgica del tumor renal primario y de los focos metastásicos tratables, seguida de un tratamiento farmacológico prescrito por el oncólogo. En otros casos, el tratamiento quirúrgico puede no aportar ningún beneficio al paciente, que por tanto es tratado inmediatamente con una terapia farmacológica oncológica.

Todos los pacientes sometidos a los tratamientos mencionados deben ser seguidos a lo largo del tiempo por el urólogo, el nefrólogo y también el oncólogo si es necesario.

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