"Retrasado", "autista", "bipolar" y otras etiquetas peligrosas

Fecha de publicación: 26-03-2021

Actualizado en: 01-03-2023

Asunto: Salud mental

Tiempo estimado de lectura: 1 min

Las palabras pueden dar forma a nuestras identidades plurales y multiformes. Las etiquetas con las que se clasifica a individuos y grupos ("hombre" y "mujer", "heterosexual" y "homosexual", "blanco" y "negro") permiten a los seres humanos orientarse en la realidad social.

Sin embargo, ciertas etiquetas, más que otras, contienen juicios, burlas, desprecios, y representan formas de estigmatizar a individuos y grupos, comportamientos o afectos. Expresiones como "sureño", "negro", "maricón", "retrasado", "discapacitado" pueblan nuestras interacciones, reales o virtuales, infestan las agresiones verbales y los ataques en línea, corrompen la discusión civil y la confrontación política: utilizadas como piedras, se acompañan de prácticas de discriminación, hasta el punto de fomentar episodios de violencia.

¿Cuál es el papel de estas "etiquetas"? ¿Por qué es habitual utilizarlas como insultos? ¿Cuáles son las consecuencias sociales de esta actitud estigmatizadora? Y, sobre todo, ¿cómo obstaculizarla?

En este artículo reflexionan con nosotros la Prof. Claudia Bianchi, Profesora Titular de Filosofía del Lenguaje en la Facultad de Filosofía de la UniSR, Presidenta de la Carrera de Filosofía, experta en cuestiones teóricas en los campos de la filosofía analítica del lenguaje, la pragmática y la filosofía del lenguaje feminista, y el Prof. Roberto Cavallaro, Profesor Asociado de Psiquiatría, Director de la Unidad Operativa de Psiquiatría General del Hospital San Raffaele y Presidente de la Carrera de Medicina y Cirugía.

Las etiquetas como herramientas de control social

"Las etiquetas y las definiciones influyen en lo que los demás esperan de nosotros y en cómo nos tratarán: si nos han clasificado como mujeres, los demás esperarán de nosotros una determinada forma de vestir, de comportarnos, de hablar. Las palabras nos dicen quiénes somos y qué podemos llegar a ser; cómo amar y a quién amar", argumenta el profesor Bianchi. "Al mismo tiempo, nos dicen lo que no somos y lo que no podemos llegar a ser; a quién no podemos amar. En este sentido, las palabras pueden concebirse como instrumentos de control social. Herramientas que tienden a proyectar sobre nosotros estereotipos, a veces rígidos y asfixiantes, que tienen el poder de aprisionar o reducir nuestra singularidad, de reducir nuestra identidad a un único componente, ya sea el género, la orientación sexual, la etnia, una discapacidad, una condición psíquica".

Estigma asociado a los trastornos mentales

En cuanto a la condición mental, el profesor Cavallaro nos advierte "La atribución de pseudodiagnósticos ("autista", "bipolar", "esquizofrénico"...) como insulto o degradación fácil del comportamiento a las patologías mentales es un fenómeno nada reciente. Sus orígenes tienen que ver:

·         por un lado con el ancestral "miedo a la diversidad", núcleo del estigma asociado a la enfermedad mental;

·         - por otro, con la contramedida aplicada para intentar "controlar" la situación al conocerla: conozco ese comportamiento como..., así que al nombrarlo, en lugar de abandonarme a un inquieto asombro ante lo desconocido, me siento más seguro, como si tuviera un plan consecuente para afrontarlo".

En la era de la circulación muy rápida e incontrolada de términos e información, pero también de los haters y los "guerreros del teclado", incluso el léxico técnico de la psicopatología se ha trasladado al común y se ha utilizado indebidamente para calificar el comportamiento de los demás en un "hazlo tú mismo" con resultados insidiosos.

Las palabras pueden ser venenose

Sobre el papel de las etiquetas, el profesor Bianchi reflexiona: "Éstas tienen en primer lugar la función de trazar una línea de demarcación entre quién está dentro y quién está fuera del grupo: es decir, sirven para etiquetar a ciertos individuos como ajenos a nuestro grupo, para marcarlos como lo otro de nosotros, para construir un "nosotros" y un "ellos".

Y desempeñan un papel de esencialización de las categorías sociales: comunican un mensaje negativo que parece referirse a aspectos esenciales de nuestros destinatarios, a rasgos atribuibles a su "naturaleza", a características intrínsecas, en algunos casos biológicas, a su vez en el origen de las diferencias morales o culturales. Y nos incitan a compartir una perspectiva negativa sobre esos individuos, y posiblemente también a adoptar comportamientos discriminatorios hacia ellos".

Las palabras pueden ser piedras; las palabras pueden ser venenos. En su análisis del lenguaje del Tercer Reich, el filólogo Victor Klemperer observa: "Las palabras pueden ser como pequeñas dosis de arsénico: se ingieren sin que se note, parecen no tener ningún efecto, y luego, al cabo de poco tiempo, se produce una reacción tóxica"

Efectos tóxicos del estigma

"En el ámbito psicopatológico, las etiquetas que se ponen a diario en la red y fuera de ella se utilizan cada vez más para legitimar los juicios personales -continúa el profesor Cavallaro- haciendo alarde de un vocabulario que en realidad es modesto en cuanto a su idoneidad. El uso de estos términos genera efectos sutiles por varias razones:

  • la fuerza del estigma hacia los pacientes psiquiátricos (débiles, sin voluntad, responsables de sus problemas o en todo caso "perdidos" para la sociedad, según las declinaciones comunes del estigma en el prejuicio) acompaña una caracterización negativa, expulsiva, y una connotación enjuiciadora;
  • la sobreexposición a un léxico inadecuado puede desencadenar una especie de adicción a la terminología, perjudicando su impacto y eficacia cuando, en cambio, debe ser recibida correctamente en el curso de procesos delicados como la prevención, el diagnóstico y la promoción del tratamiento.

Todos estos hechos pueden contribuir a alejar a personas que realmente necesitarían algún tratamiento, incluso para problemas que pueden resolverse fácilmente en la mayoría de los casos, ya que surgen sentimientos de vergüenza con respecto a las etiquetas y generan desconfianza en una psiquiatría trivializada".

Acciones para oponerse al discurso de odio

¿Qué estrategias son, por tanto, adecuadas para contrarrestar estos comportamientos?

El profesor Bianchi sugiere: "Hay muchas estrategias en nuestra disposición para obstaculizar el discurso de odio, estrategias que nos comprometen como individuos o grupos, como meros espectadores o militantes:

  • podemos criticar y denunciar;
  • argumentar y rebatir;
  • ironizar y hacer sarcasmo;
  • apoyar y amplificar las luchas en defensa de los derechos civiles;
  • dar reconocimiento y valor a las identidades inusuales de mujeres y hombres, y a sus relaciones.

Sobre todo, ante los episodios de incitación al odio, podemos optar por no callar, por no permanecer indiferentes, por no convertirnos en cómplices, más o menos conscientes. Como escribe John Stuart Mill: "Los hombres malos no necesitan nada más para conseguir sus fines, que los hombres buenos miren y no hagan nada"

El profesor Cavallaro concluye: "En estos casos es útil apoyarse más en los valores humanistas de la difusión de la cultura que en los técnicos, reservando a los primeros la responsabilidad de implicar a la sociedad civil en los principales elementos cognitivos sobre el sufrimiento mental para combatir el estigma, y el peligroso deseo de juzgar utilizando el léxico de la psicopatología, y a los segundos una divulgación responsable y precisa para promover su tratamiento".

El desarrollo de este proceso participativo se relaciona con la aplicación práctica de la "Tercera Misión" a la que la UniSR da una importancia estratégica particular, con el desarrollo de iniciativas para la sociedad civil también implementadas a través de nuestros profesores y estudiantes.

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