Hiperplasia prostática benigna (agrandamiento de la próstata)

¿Qué es?

La hipertrofia benigna de próstata (HBP) es una enfermedad muy común en la población masculina. Se define como un agrandamiento no canceroso (benigno) de la glándula prostática que puede dificultar la micción. El agrandamiento se debe a un aumento de la celularidad del tejido prostático en la zona periuretral (adenoma de próstata), que puede crear problemas para orinar con el tiempo. De hecho, el volumen de la próstata experimenta un crecimiento fisiológico con el avance de la edad, debido a los desequilibrios hormonales (principalmente testosterona y dihidrotestosterona) y a la acción de numerosos factores de crecimiento. Aproximadamente el 60% de los hombres mayores de 60 años sufren trastornos de la micción que pueden ser secundarios a la hipertrofia prostática. Se calcula que alrededor del 30% de los hombres mayores de 65 años padecen síntomas urinarios graves relacionados con la hipertrofia prostática.

¿Cuáles son los síntomas?

La HBP se manifiesta con trastornos urinarios que pueden adquirir características de tal gravedad que afecten significativamente a la calidad de vida del paciente. Esta sintomatología está relacionada con un componente "obstructivo" y otro "irritativo". El paciente suele referir una reducción del flujo urinario, a menudo intermitente, y un aumento del número de micciones diarias, especialmente por la noche. Los pacientes con HBP corren un mayor riesgo de sufrir una infección del tracto urinario y de desarrollar cálculos en la vejiga. La obstrucción urinaria con retención de orina en la vejiga también puede provocar un deterioro de la función renal, incontinencia urinaria y hematuria (sangre en la orina). Por último, la HBP puede provocar episodios de retención urinaria aguda (es decir, pérdida de la capacidad de orinar), que hacen necesaria la colocación de una sonda vesical.

  • Reducción del flujo urinario
  • Sensación de vaciado incompleto de la vejiga
  • Prolongación del tiempo necesario para orinar
  • Polaquiuria (aumento del número de micciones al día)
  • Nocturia (necesidad de orinar durante la noche)
  • Vaciado de la vejiga en varias ocasiones
  • Dificultad para orinar (dificultad para iniciar la micción)
  • Urgencia miccional (incapacidad de posponer la micción)

¿Cómo se diagnostica?

Es importante realizar una evaluación clínica exhaustiva, que incluya la evaluación de los síntomas y los hábitos de micción, y la exploración rectal, para descartar otras patologías que puedan causar síntomas superpuestos. Entre las pruebas útiles para el diagnóstico se encuentran la uroflujometría y el estudio urodinámico de presión-flujo, que permiten evaluar el flujo de orina (midiendo la fuerza del chorro, la velocidad de vaciado y el residuo urinario) y los efectos en la función de la vejiga causados por la obstrucción urinaria. También se suele evaluar el valor del PSA (Antígeno Prostático Específico) en sangre, que puede estar elevado debido al aumento del tamaño de la próstata, y requiere una interpretación adecuada para descartar la posible coexistencia de una enfermedad prostática maligna. Del mismo modo, puede ser necesaria una RMN multiparamétrica de la próstata para excluir una posible concomitancia de una enfermedad neoplásica. La ecografía de las vías urinarias es otra exploración diagnóstica útil para evaluar la presencia de repercusiones de la HBP en los riñones y la vejiga. Otras investigaciones necesarias suelen incluir un análisis de orina con urocultivo, que permite descartar una posible infección del tracto urinario, que puede simular síntomas similares a los de la HBP. Por último, la ecografía prostática transrectal es una herramienta útil para evaluar el volumen correcto de la próstata, lo que es especialmente importante para una posible cirugía.

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¿Cómo se trata?

El tratamiento de la HBP recurre a diversas herramientas terapéuticas, con el objetivo de mejorar los síntomas del paciente, su calidad de vida y evitar complicaciones a largo plazo que van desde la retención urinaria hasta los cálculos vesicales y la insuficiencia renal crónica. Además de los posibles cambios en el estilo de vida del paciente, que pueden conducir a una mejora de los síntomas, el primer enfoque terapéutico suele ser farmacológico. De hecho, existen varios tipos de fármacos eficaces para la próstata: los α-líticos, los inhibidores de la 5α-reductasa y los fitoterápicos (Serenoa Repens). El tratamiento farmacológico es una terapia a largo plazo que, dependiendo del caso, puede ser suficiente por sí sola para curar los síntomas del paciente. Si el tratamiento farmacológico es ineficaz, el paciente debe ser derivado a una terapia quirúrgica. Existen varias opciones quirúrgicas para la HBP, todas ellas destinadas a resolver la obstrucción del flujo de orina mediante la extirpación del adenoma de próstata responsable de la obstrucción. Existen múltiples técnicas quirúrgicas para el tratamiento de la HBP, algunas endoscópicas, como RTUP (Resección Endoscópica Trans-Uretral de la Próstata), HoLEP (Enucleación con Láser de Holmio de la Próstata), Rezum (tratamiento con vapor de agua) y otras abiertas, como lATV (Adenomectomía Trans-Vesical de la Próstata), siendo esta última necesaria en el caso de próstatas grandes. Por lo tanto, la estrategia terapéutica que se aplique se basará en el tamaño de la glándula prostática, el grado de gravedad de los síntomas del paciente y la consiguiente repercusión en su vida diaria, analizando los posibles riesgos y beneficios de las distintas opciones de tratamiento.

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