Enfermedad de Alzheimer (AD)

¿Qué es?

El término demencia se refiere a una serie de afecciones que provocan un deterioro cognitivo de tal magnitud que da lugar a una pérdida de autonomía en las actividades de la vida diaria. En Italia, la demencia afecta hoy en día a más de un millón de personas y se prevé que esta cifra se duplique en 2030 y se triplique en 2050. La forma más frecuente es la enfermedad de Alzheimer, que comprende alrededor del 60% de los casos. Las demencias se dividen en dos grandes grupos: las demencias reversibles y las demencias neurodegenerativas, que son un grupo más numeroso. Las demencias reversibles son afecciones causadas por un trastorno corregible, si se detecta, como una alteración de la función tiroidea, deficiencias vitamínicas o trastornos psiquiátricos como la depresión. Las demencias de base neurodegenerativa incluyen la enfermedad de Alzheimer, la demencia frontotemporal, la demencia por cuerpos de Lewy y la demencia vascular (normalmente causada por infartos cerebrales repetidos). Estas afecciones suelen aparecer después de los 65 años, con la excepción de algunas formas tempranas de la enfermedad de Alzheimer y la demencia frontotemporal.  

¿Cuáles son los síntomas?

Los síntomas que suelen presentarse son trastornos de la memoria a corto plazo (dificultad para recordar citas, conversaciones y actividades realizadas durante el día), desorientación espacial y/o temporal (posibilidad de perderse incluso en lugares anteriormente conocidos, dificultad para marcar correctamente los días), trastornos del lenguaje (dificultad para nombrar objetos o personas o para comprender el contenido de las conversaciones), trastornos del comportamiento (cambios de carácter, con aparición de agresividad o apatía) o trastornos del ritmo sueño-vigilia (insomnio, agitación y/o somnolencia diurna).

  • trastorno de la memoria a corto plazo
  • desorientación espacial
  • desorientación temporal
  • trastornos del habla
  • trastornos del comportamiento
  • trastornos del ritmo de sueño-vigilia
  • pérdida de independencia en las actividades de la vida diaria

¿Cómo se diagnostica?

Un diagnóstico correcto se basa en el uso de varios exámenes que proporcionan información complementaria. El examen neurológico desempeña un papel fundamental, durante el cual se repasa la historia del paciente analizando los síntomas en detalle y se realiza un examen neurológico objetivo. A continuación se lleva a cabo una evaluación neuropsicológica, que consiste en la realización de pruebas que evalúan en detalle el alcance y las características de los déficits de memoria y otros dominios cognitivos. Estas evaluaciones van seguidas de exámenes instrumentales como: la resonancia magnética (RM) o la tomografía computarizada (TC), que estudian la presencia de zonas de atrofia cerebral; la PET, que permite estudiar el metabolismo de las células cerebrales; el electroencefalograma (EEG), que estudia los patrones de actividad cerebral la punción espinal (o lumbar), que permite analizar el LCR, un líquido que está en contacto directo con el cerebro y que contiene moléculas que pueden estar alteradas en caso de enfermedad; los análisis de sangre, que permiten descartar la presencia de causas reversibles de demencia (carencia de vitaminas u hormonas).

Exámenes sugeridos

¿Cómo se trata?

La demencia es una enfermedad extremadamente debilitante tanto para el paciente como para la familia. Tiene un curso de empeoramiento que provoca una pérdida cada vez mayor de la autonomía del paciente, por lo que es necesaria una figura en el hogar que lo cuide a tiempo completo. Desgraciadamente, hasta la fecha, no hay cura para las formas degenerativas de la demencia.

No obstante, existen terapias curativas para las formas reversibles, así como opciones válidas que ayudan a ralentizar las formas degenerativas y a mejorar el estado del paciente. Entre los fármacos que ralentizan la progresión de la enfermedad de Alzheimer están los inhibidores de la acetilcolinesterasa y la memantina.

Otros fármacos que se suelen recetar son los antipsicóticos y los antidepresivos, ya que mejoran los trastornos del comportamiento y del ritmo sueño-vigilia, lo que también ayuda a los familiares en el manejo del paciente. Además del tratamiento farmacológico, es importante llevar a cabo un programa específico tanto a nivel físico, a través de la fisioterapia, como a nivel cognitivo, con un entrenamiento consistente en ejercicios que ayuden a reducir la extensión o no del impacto del trastorno de memoria.

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