Diabetes Mellitus

¿Qué es?

La diabetes es una enfermedad crónica en la que se produce un aumento de los niveles de azúcar en la sangre que el organismo es incapaz de devolver a la normalidad.

Esta afección puede deberse a una menor producción de insulina, la hormona producida por el páncreas para utilizar los azúcares y otros componentes de los alimentos y convertirlos en energía, o a una menor capacidad del organismo para utilizar la insulina que produce.

Los niveles elevados de glucosa en la sangre, si no se corrigen con una terapia adecuada, pueden provocar con el tiempo complicaciones crónicas de la enfermedad, como daños en los riñones, la retina, los nervios periféricos y el sistema cardiovascular (corazón y arterias).

Es posible vivir con la diabetes, pero es esencial saber qué es lo que hace que el azúcar en sangre suba o baje para mantenerlo lo más cerca posible de los niveles normales y evitar o retrasar la aparición y la progresión de complicaciones crónicas que, desgraciadamente, empeoran la calidad de vida.

Causas y factores de riesgo

La diabetes es una enfermedad común que afecta al 3-5% de la población general en Italia. En algunos países del norte de Europa o de Norteamérica, puede llegar a afectar al 6-8% de la población. Lo preocupante es que los casos de diabetes no dejan de aumentar, probablemente debido al incremento de la obesidad y el sedentarismo. Según la Organización Mundial de la Salud, en el año 2030 habrá 360 millones de personas con diabetes en el mundo, frente a los 170 millones del año 2000. Esto tendrá importantes repercusiones en la vida de los pacientes y sus familias, y en los sistemas sanitarios que prestan atención a los pacientes.

Cualquier persona puede verse afectada por la diabetes, aunque la probabilidad de desarrollar esta enfermedad es mayor si existe una relación de primer grado (padres, hijos, hermanos) con una persona con diabetes.

¿Cuáles son los síntomas?

Las personas con diabetes no diagnosticada suelen presentar uno o varios de estos síntomas:

  • sed intensa con necesidad de beber frecuentemente;
  • necesidad de orinar con frecuencia o de levantarse por la noche para orinar;
  • pérdida de peso;
  • aumento del apetito;
  • trastornos de la visión (dificultad para enfocar los objetos, visión borrosa);
  • dificultad para curar heridas pequeñas, especialmente en los miembros inferiores;
  • una sensación inusual de fatiga.

En algunos casos no hay síntomas evidentes porque el azúcar en sangre aumenta lenta y gradualmente. Esto ocurre sobre todo en la diabetes de tipo 2 y significa que una persona puede vivir durante meses o años sin saber que es diabética y, por tanto, sin cuidarse adecuadamente.

¿Cómo se diagnostica?

Exámenes sugeridos

¿Cómo se trata?

Todos los pacientes con diabetes y sus familiares deben conocer bien los diferentes aspectos de la enfermedad. Por eso son importantes las reuniones informativas que ofrecen los centros de diabetes o las asociaciones de pacientes. Es muy importante que las personas con diabetes conozcan su enfermedad, se familiaricen con los fármacos que pueden tomar para el tratamiento de la diabetes y sus principales efectos secundarios, y estén preparadas para imprevistos o situaciones especiales, como enfermedades ocasionales, cambios en los horarios de las comidas, viajes o la planificación de un embarazo.

Una ayuda esencial para mantener unos buenos niveles de azúcar en sangre es el uso de medidores de glucosa en sangre. Se trata de instrumentos sencillos y fiables que permiten medir la glucosa en sangre capilar obtenida por punción en la yema del dedo, de forma independiente y en cualquier momento del día. La indicación de las mediciones de glucosa en sangre y la frecuencia de las mismas varían de un caso a otro en función del tipo de diabetes, la terapia y el grado de compensación metabólica.

Además, las personas con diabetes de tipo 1 o de tipo 2 deben cambiar su estilo de vida por una dieta saludable y una actividad física regular.

En general, a los pacientes diabéticos se les recomienda:

  • seguir una dieta equilibrada y balanceada;
  • para las personas con sobrepeso u obesidad, perder peso con la ayuda de un médico y un dietista;
  • hacer ejercicios físicos con regularidad porque el ejercicio mejora la acción de la insulina y aumenta el consumo de glucosa, lo que ayuda a reducir la glucemia.

Terapias farmacológicas

Para los pacientes con diabetes de tipo 1 o 2, mantener un buen control de la glucemia permite prevenir o retrasar la aparición y ralentizar la progresión de las complicaciones crónicas de la diabetes, es decir, los daños en los riñones, la retina, los nervios periféricos o el sistema cardiovascular. Por este motivo, es necesario realizar periódicamente:

  • controles diabetológicos especializados (aproximadamente cada 3 meses si está en tratamiento con insulina, 1 o 2 veces al año si está en tratamiento con hipoglucemiantes orales o con modificación del estilo de vida únicamente, es decir, dieta y ejercicio);
  • análisis de sangre y orina (aproximadamente cada 3 a 6 meses para las pruebas relacionadas con el control de la glucemia, anualmente para las pruebas relacionadas con los factores de riesgo cardiovascular o la función renal);
  • exámenes oculares para evaluar el fondo de ojo (una vez al año).

La frecuencia de las revisiones se establecerá para cada paciente en función del tipo de diabetes y del tratamiento prescrito (modificación del estilo de vida, medicación oral o insulina), del grado de control metabólico y de la posible presencia de complicaciones u otras enfermedades concomitantes.

Las revisiones periódicas permiten detectar las complicaciones de la diabetes en una fase muy temprana y, por tanto, iniciar el tratamiento adecuado cuando aún es posible limitar los daños en los órganos.

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¿Dónde lo tratamos?

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