Cistitis

¿Qué es?

La cistitis es un proceso inflamatorio de la vejiga urinaria. En la mayoría de los casos, la etiología de la cistitis se debe a una infección sostenida por bacterias del tracto gastrointestinal, por ejemplo, Escherichia coli, Proteus y Klebsiella. Sin embargo, también existen formas no bacterianas de cistitis, como la cistitis intersticial y la cistitis por radiación, que son, sin embargo, más raras. Epidemiológicamente, la cistitis es una enfermedad predominantemente femenina, que afecta hasta el 25-30% de las mujeres adultas en el transcurso de un año. Esto se debe principalmente a la diferente conformación anatómica de la uretra, que es más corta en las mujeres (aproximadamente 5 cm) que en los hombres (aproximadamente 16 cm). Por lo tanto, en la mujer es más fácil que las bacterias fecales contaminen la uretra, que pasa de la zona anal a la uretra, y luego a la vejiga. Se observan dos picos de incidencia en los hombres: en los lactantes de menos de 3 meses (en relación con alteraciones anatómicas o funcionales de las vías urinarias), lo que conduce a una sepsis neonatal en algunos casos, y en los hombres de más de 70 años (secundaria a una obstrucción cervico-uretral por hiperplasia benigna de próstata). Los factores que pueden favorecer la aparición de la cistitis son la edad, relaciones sexuales frecuentes (sobre todo si son sin protección), uso de cremas espermicidas, alteraciones de la flora vaginal, uso de anticonceptivos intrauterinos, mala higiene íntima y estreñimiento. El sondaje uretral es el factor de riesgo clave para adquirir una infección urinaria nosocomial.

¿Cuáles son los síntomas?

Los síntomas de la cistitis varían de un individuo a otro. Típicamente, se presenta con dificultad para orinar, dolor al orinar y ardor posterior, presencia de sangre en la orina, sensación de vejiga pesada y necesidad de orinar incluso inmediatamente después de orinar (tenesmo vesical). Más raramente, estos síntomas pueden ir asociados a fiebre y escalofríos.

  • dificultad para orinar       
  • dolor al orinar       
  • quema postmiccional       
  • presencia de sangre en la orina       
  • sensación de vejiga pesada       
  • sensación de tener que orinar incluso inmediatamente después de orinar (tenesmo vesical)

¿Cómo se diagnostica?

El diagnóstico de la cistitis es principalmente clínico. Sin embargo, el examen de orina con urocultivo (y posible antibiograma) puede ser útil. La toma de muestras debe ser adecuada para que no se contamine con la flora bacteriana genital. El examen de orina detectará un aumento del recuento de glóbulos blancos, la presencia de sangre en la orina, nitritos y un aumento del pH. El cultivo de orina también es útil para aislar el tipo de bacteria responsable de la infección y, en función del antibiograma, se puede establecer una terapia específica. El urocultivo está indicado en todos los casos de infecciones urinarias, sin embargo, en los casos de un primer episodio de cistitis no complicada en mujeres premenopáusicas, la presencia de esterasa leucocitaria o nitritos en una tira reactiva (tira positiva) puede considerarse suficiente para el diagnóstico con el fin de iniciar un tratamiento empírico a corto plazo (3-5 días).

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¿Cómo se trata?

La terapia de elección en la cistitis es, de hecho, con los antibióticos. En particular, puede establecerse una terapia empírica antes de que se disponga del informe del urinocultivo y del antibiograma, y entonces puede establecerse una terapia antibiótica dirigida a un patógeno específico. Los fármacos más utilizados son las fluoroquinolonas, el trimetroprim-sulfametoxazol y la nitrofurantoína. Hay que destacar que la cistitis es una afección que tiende a reaparecer (se calcula que alrededor del 25% de las mujeres que tienen cistitis tendrán un nuevo episodio en el plazo de un año). La recurrencia puede ser el resultado de una reinfección o una recaída. La reinfección es la causa del 95% de las infecciones recurrentes en las mujeres. Están causadas por gérmenes diferentes a los tratados anteriormente y el periodo de aparición suele ser de más de dos semanas después de la infección anterior. La recurrencia, en cambio, es más frecuente en los hombres y puede implicar anomalías anatómicas o funcionales de las vías urinarias. Suele deberse al mismo microorganismo tratado anteriormente y suele aparecer en un intervalo de tiempo más corto (menos de dos semanas). Para reducir el riesgo de recurrencia, pueden ser útiles pequeños cambios en el estilo de vida que reduzcan el riesgo de dichas infecciones. En particular, las medidas profilácticas incluyen una hidratación adecuada (beber entre 1,5 y 2 litros de agua al día), una higiene íntima cuidadosa, evitar las relaciones sexuales sin protección, regularizar las deposiciones, orinar inmediatamente después de las relaciones sexuales, vaciar completamente la vejiga al orinar y limitar el consumo de alcohol. Además, la toma de zumo de arándanos parece reducir la incidencia de nuevos episodios debido a sus capacidades antibacterianas y depurativas. En las formas recurrentes de cistitis, puede ser necesaria la profilaxis antibiótica continua o postcoital.

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