Cáncer testicular

¿Qué es?

El cáncer de testículo es una enfermedad relativamente rara, que representa alrededor del 1-1,5% de las neoplasias masculinas y el 5% de las neoplasias urológicas en su conjunto. El cáncer testicular afecta con mayor frecuencia a los adultos jóvenes y es el más frecuente entre los 15 y los 40 años. En la sociedad occidental, la incidencia ha ido aumentando en las últimas décadas y se sitúa en torno a 10 nuevos casos por cada 100.000 individuos al año. Los factores de riesgo reconocidos para el desarrollo del cáncer testicular son la criptorquidia (testículo retenido en la cavidad abdominal o en el canal inguinal al nacer), un tumor testicular previo (en el 2-3% de los casos el cáncer testicular puede aparecer simultáneamente o a distancia en ambos testículos), el síndrome de Klinefelter, la hipotrofia testicular, los antecedentes familiares de neoplasia testicular y la infertilidad masculina. Se conocen diferentes formas histológicas, con una prevalencia significativa (95%) de los tumores definidos como de células germinales (es decir, derivados de la población de células reproductoras de los túbulos seminíferos) sobre los tumores definidos como estromales (derivados del resto de la población celular del testículo). Los tumores testiculares de células germinales se subdividen en seminomatosos o no seminomatosos, siendo una clasificación histológica de gran importancia en términos terapéuticos.

¿Cuáles son los síntomas?

En la mayoría de los casos, el tumor se manifiesta con la aparición de un bulto duro y no doloroso en un testículo; en el 10% de los casos se asocia a dolor testicular o a molestias ya atribuibles a su localización metastásica, y sólo en el 5% de los casos se asocia a ginecomastia (desarrollo de la mama masculina).

  • un bulto duro e indolente en un testículo       
  • dolor testicular       
  • ginecomastia        

¿Cómo se diagnostica?

Por tanto, se recomienda la autopalpación periódica de los testículos desde la adolescencia para todos los varones. Un examen objetivo por parte del urólogo y una ecografía testicular permitirán un correcto diagnóstico diferencial con otras patologías benignas del escroto (epididimitis aguda o crónica, hidrocele, quiste de epidídimo), ayudando a confirmar el diagnóstico de cáncer testicular. La estadificación del cáncer de testículo, es decir, la determinación de sus características y extensión, se realiza mediante: 1) la determinación en sangre de algunos marcadores tumorales específicos y sensibles (α-fetoproteína y β-HCG); 2) la orquifunicolectomía (extirpación del testículo) realizada por vía inguinal, que permite la extirpación del tumor primario y la evaluación histológica; y, 3) la realización de una TAC tóraco-abdominal con medio de contraste, para poder identificar la presencia de posibles localizaciones secundarias a nivel ganglionar o de otros órganos. Las células tumorales de los testículos se caracterizan por un crecimiento rápido y la diseminación secundaria del tumor puede producirse a través de los linfáticos, con afectación de los ganglios linfáticos retroperitoneales (situados a lo largo de los grandes vasos cercanos a la pared posterior de la cavidad abdominal) o a través del torrente sanguíneo, apareciendo metástasis por orden de frecuencia en el pulmón, el hígado y el encéfalo (raramente y de forma tardía en los huesos).

Exámenes sugeridos

¿Cómo se trata?

En contraste con esta elevada actividad biológica (el 30% de los tumores testiculares se presentan como enfermedad metastásica en el momento del diagnóstico), los tumores de células germinales muestran una alta sensibilidad a la quimioterapia, y una muy buena respuesta a los tratamientos multimodales (cirugía, quimioterapia, radioterapia); estas características se traducen en una elevada tasa de curación, de alrededor del 99% en la enfermedad testicular localizada, y del 90%, 75-80% y 50% en los estadios avanzados definidos como de "buen", "intermedio" y "mal" pronóstico, respectivamente. La histología y el estadio del tumor (localización testicular, afectación de los ganglios linfáticos retroperitoneales o metástasis en otras localizaciones) determinan la evolución del tratamiento tras la orquifuniculectomía (radioterapia, quimioterapia o extirpación de los ganglios linfáticos retroperitoneales) y el seguimiento posterior. La elevada tasa de supervivencia y la larga esperanza de vida de los pacientes han hecho que el tratamiento de este tumor se centre cada vez más en las consecuencias tempranas y tardías del tratamiento del cáncer, especialmente en relación con la preservación de la función reproductiva y el bienestar general del individuo (técnicas de radioterapia selectiva, reducción de dosis para la quimioterapia, técnica de preservación de nervios para la linfadenectomía retroperitoneal, criopreservación del líquido seminal).

Procedimientos sugeridos

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