Cáncer de pene

¿Qué es?

El cáncer de pene (TP) es un carcinoma de células escamosas poco frecuente que se origina en el epitelio del prepucio y del glande. El TP tiene una incidencia de aproximadamente 1 caso por cada 100.000 hombres en Europa y Estados Unidos; representa hasta el 10-20% de las enfermedades malignas en países como India, Brasil y Uganda. La incidencia del TP aumenta con la edad (el grupo de edad más afectado es el de 60-70 años).

Causas y factores de riesgo

Los principales factores de riesgo son la fimosis (estrechamiento prepucial), una mala higiene local, el tabaquismo, los antecedentes sexuales con muchas parejas o las primeras relaciones sexuales a una edad muy temprana, los tratamientos con rayos UVA, la presencia de condilomas y las afecciones inflamatorias crónicas como balanopostitis, liquen escleroso y atrófico ( balanitis xerótica obliterante). También hay pruebas de que el VPH (virus del papiloma humano), especialmente los tipos 16 y 18, es responsable de la transmisión de verrugas genitales, condilomas acuminados y carcinomas de células escamosas; se encuentra en el 40-50% de los casos de TP, pero se requieren otros cofactores para pasar de un estadio de simple infección viral local a la presencia de un tumor y, además, la presencia del VPH en el TP no empeora el pronóstico. La circuncisión prepuberal es un factor de protección que reduce el riesgo de TP entre 3 y 5 veces.

¿Cuáles son los síntomas?

Por lo tanto, en más del 95% de los casos, el TP es un carcinoma de células escamosas, a menudo precedido por lesiones premalignas; los melanomas malignos del pene y los carcinomas de células basales son mucho más raros. Las lesiones premalignas se subdividen a su vez en las que se asocian con menor frecuencia al desarrollo tumoral posterior (verruga cutánea, balanitis xerótica obliterante, liquen escleroso y atrófico) y las que se asocian con mayor frecuencia (neoplasia intraepitelial del pene, eritroplasia de Queyrat, enfermedad de Bowen). La presentación clínica del TP es variable (lesión ulcerada, lesión exofítica, pápula), típicamente no dolorosa y que se presenta, en orden descendente, en el glande, prepucio, surco coronal, eje. Las metástasis son preferentemente ganglionares, cuando a distancia afectan a hígado, huesos, pulmones.

¿Cómo se diagnostica?

El diagnóstico de TP se basa en primer lugar en un examen objetivo preciso de los genitales externos, destinado a verificar: número, lugar, tamaño y morfología (papilar, nodular, ulcerada o plana) de la(s) lesión(es) del pene; relación con las estructuras adyacentes; color y márgenes de la lesión; longitud del pene. Es necesario entonces realizar una biopsia de la lesión para obtener la certeza histológica de su tipo y poder proceder al tratamiento más adecuado. Una resonancia magnética del pene erecto, obtenida mediante la inyección local de prostaglandina E1, es útil para evaluar la posible invasión de los cuerpos cavernosos por el tumor. Otro aspecto importante es la palpación de los ganglios linfáticos inguinales, el primer sitio de cualquier metástasis. En ausencia de anomalías palpatorias, una ecografía puede ayudar a detectar ganglios linfáticos anormales y también puede utilizarse como guía para una biopsia por aspiración con aguja. Si se encuentran ganglios linfáticos inguinales agrandados, la TC, la RM y el PET-FDG son pruebas útiles para investigar la presencia de metástasis en los ganglios linfáticos pélvicos y posibles metástasis a distancia. En los pacientes metastásicos y sintomáticos, está indicada la gammagrafía ósea.

Exámenes sugeridos

¿Cómo se trata?

El tratamiento del TP primario es lo más conservador posible teniendo en cuenta su tamaño, localización y relación con los tejidos circundantes. La obtención de márgenes de resección libres de enfermedad es fundamental en el tratamiento quirúrgico para evitar las recidivas. Esto va desde resecciones quirúrgicas mínimas de la enfermedad (que también pueden realizarse con técnicas alternativas como la terapia láser, la crioterapia) hasta resecciones cada vez más grandes, como glandulectomía, amputación parcial del pene (si los cuerpos cavernosos están invadidos) y amputación total del pene (si la uretra está invadida). En el caso de que la enfermedad sea más invasiva, el tratamiento consiste en quimioterapia neoadyuvante y, en los pacientes que responden, en cirugía posterior. En la enfermedad avanzada y metastásica, la terapia es la quimioterapia paliativa. La radioterapia es tanto una alternativa viable para las lesiones limitadas (<4 cm) como una opción paliativa más. La linfadenectomía inguinal y/o pélvica, unilateral o bilateral, se realiza si los ganglios linfáticos correspondientes son positivos o se sospecha que son positivos.

Procedimientos sugeridos

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