Cáncer de cabeza y cuello

¿Qué es?

Los cánceres de cabeza y cuello representan alrededor del 3% de todos los nuevos diagnósticos de cáncer en la población general y, sólo en Italia, suponen más de 10.000 nuevos casos cada año. Afectan sobre todo a los que abusan del tabaco, del alcohol y a los que adquieren el virus del VPH (RH) a través de relaciones sexuales genitales sin protección, un riesgo que actualmente sólo está demostrado para el carcinoma de orofaringe. Estas enfermedades pueden tener consecuencias muy graves para el paciente, que a menudo pierde la funcionalidad de partes del cuerpo que son esenciales para la socialidad.

La mayoría de ellos se originan en varones entre la sexta y la séptima década de la vida, con la excepción de los carcinomas relacionados con el VPH, que afectan a una población más joven (entre la tercera y la cuarta década).

Estos tumores pueden originarse en varias localizaciones de la región de la cabeza y el cuello y por orden de frecuencia tenemos: tumores de laringe 44%, de la mucosa gingival (boca) 16%, de la lengua (15%), de la faringe en sus tres subsedes (nasofaringe 5%, orofaringe 11%, hipofaringe 6%), la nariz y los senos paranasales, las glándulas salivales, la glándula tiroides, las estructuras nerviosas y los ganglios linfáticos del cuello.

Historia natural

La mayoría de los cánceres cervicofaciales son carcinomas de células escamosas y se originan en la degeneración del epitelio que recubre las vías respiratorias y el tracto digestivo. Suelen permanecer confinados en el órgano de origen durante meses o incluso años. La infiltración de los tejidos vecinos es el siguiente evento, seguido de la propagación a los ganglios linfáticos regionales, casi siempre los ganglios linfáticos del cuello. Las metástasis en los ganglios linfáticos más distantes suelen ser tardías. Las metástasis a órganos distantes (hígado, huesos, pulmones) son afortunadamente muy raras.

Para muchos de estos tumores, las posibilidades de curación son excelentes, y las herramientas de diagnóstico actuales han mejorado aún más la esperanza de vida y el bienestar de los pacientes.

Clasificación

Los cánceres de cabeza y cuello se clasifican tradicionalmente según el lugar y el volumen de la lesión primaria (T), el número y el tamaño de las metástasis en los ganglios linfáticos del cuello (N) y la presencia de metástasis a distancia (M).

Causas y factores de riesgo

Como ya se ha mencionado, los factores de riesgo están representados por el consumo prolongado de alcohol y/o tabaco, además de otros factores favorables como la mala higiene bucal, la colocación incorrecta de las prótesis dentales que provoca traumatismos y ulceración de la mucosa, la inhalación de polvo y sustancias tóxicas. La familiaridad no es común.

Las infecciones por el virus del papiloma (VPH 16-18) son un factor de riesgo para el desarrollo de ciertos cánceres orofaríngeos, en particular el carcinoma de amígdalas palatinas y de la base de la lengua. Hasta la fecha, la detección del virus integrado en la célula tumoral representa un factor pronóstico independiente asociado a un pronóstico más favorable, pero no influye en la elección del tratamiento fuera de los ensayos clínicos.

¿Cuáles son los síntomas?

Los síntomas de presentación de los tumores de cabeza y cuello varían en función de la localización anatómica de la enfermedad. Sin embargo, en muchos casos, estos tumores evolucionan con pocos y triviales síntomas. Los síntomas que pueden apuntar al diagnóstico son:

ulceraciones dolorosas de la cavidad bucal que no responden al tratamiento médico común;

disminución del tono de voz (disfonía)

dificultad para tragar (disfagia)

hinchazón persistente (a menudo no dolorosa) del cuello

sangrado pequeño pero persistente de la boca o la nariz.

En las formas infiltrantes, a menudo se asocia el dolor, que puede sentirse en los órganos circundantes (por ejemplo, el oído).

La disfonía es típica de los tumores de las cuerdas vocales, mientras que la dificultad para tragar alimentos sólidos aparece en las formas vegetativas del primer aparato digestivo. En los tumores de las fosas nasales y los senos paranasales, pueden producirse dificultades respiratorias, pequeñas y persistentes hemorragias nasales.

Los tumores de la nasofaringe provocan alteraciones del timbre vocal si son vegetantes, amortiguación del oído, inflamación precoz de los ganglios linfáticos del cuello.

  • úlceras dolorosas de la cavidad bucal   
  • disfonía   
  • disfagia   
  • hinchazón persistente del cuello   
  • sangrado pequeño pero persistente de la boca o la nariz    

¿Cómo se diagnostica?

Es importante no pasar por alto la aparición de ulceraciones o hinchazones en la boca y el cuello. Por lo tanto, el diagnóstico precoz es crucial. Las neoplasias identificadas en un estadio temprano y sin afectación de los ganglios linfáticos tienen tasas de curación que van del 75 al 100% de los casos. Para ello, nuestro Instituto cuenta con instrumentación multimodal de última generación:

sistemas de videoendoscopia rígidos (fig.6) y flexibles de fibra óptica, con posibilidad de integración con luz NBI (narrow band imaging), especialmente útil para detectar patrones alterados de vascularización de la mucosa; sistemas de grabación, archivo y procesamiento de imágenes, videostroboscopia (fig.8)

Cuando la enfermedad se diagnostica en un estadio avanzado, estadio III-IV, el pronóstico empeora drásticamente, con tasas de supervivencia a 5 años de alrededor del 40 %. Por desgracia, la mayoría de los cánceres de cabeza y cuello se diagnostican en una fase avanzada.

El diagnóstico del cáncer de cabeza y cuello se basa en exámenes clínicos e instrumentales para confirmar o no la presencia de la enfermedad sospechosa. Ante la presencia de los síntomas o signos mencionados, el médico de cabecera remitirá el caso para que un especialista lo examine a fondo y determine las pruebas que deben realizarse, en su caso, para hacer un diagnóstico.

Los procedimientos de diagnóstico y estadificación más comunes son:

Examen clínico: puede realizarse con la exploración de la cavidad oral o, en el caso de estructuras no accesibles a simple vista, con el uso de un fibroscopio óptico. La exploración con el fibroscopio es una técnica endoscópica (que significa "mirar dentro"), ya que consiste en utilizar un tubo flexible, dotado de iluminación propia en su extremo, que se introduce en las fosas nasales para permitir la exploración de todo el distrito ORL que no se puede valorar externamente (Fig. 9). Es especialmente útil para estudiar la faringe, la laringe y los senos paranasales. El uso del fibroscopio permite realizar la biopsia directamente en muchos pacientes. El examen clínico también debe incluir la palpación de la lesión sospechosa para evaluar el grado de infiltración de la enfermedad. Por último, es necesario explorar cuidadosamente las estaciones de los ganglios linfáticos mediante la palpación del cuello para evaluar la posible extensión de la enfermedad a los ganglios linfáticos.

La radiología desempeña un papel fundamental en el diagnóstico; se realizan exámenes como ecografía, tomografía axial computarizada (TAC), resonancia magnética nuclear (RMN), tomografía por emisión de positrones (PET) y la TAC-PET. Estos exámenes son cruciales para la estadificación precisa de la enfermedad, la orientación de la terapia y la evaluación posterior de los resultados.

La TAC (Tomografía Computarizada) o la RMN (Resonancia Magnética), ambas con medio de contraste, representan un procedimiento fundamental ya que permiten evaluar la extensión de la enfermedad, proporcionando información detallada sobre la infiltración en profundidad y los ganglios linfáticos del cuello.
Radiografía de tórax: es esencial para descartar la presencia de metástasis en el pulmón o para descartar la presencia simultánea de un tumor pulmonar; también es útil para la evaluación preoperatoria del paciente.

PET (Tomografía por Emisión de Positrones): la introducción de un radionúclido (un líquido radiactivo azucarado, del que las células tumorales están ávidas) se realiza a través de una vena del brazo. Este método es muy útil porque permite investigar todos los órganos a distancia, lo que hace posible identificar cualquier foco de enfermedad; también permite buscar neoplasias en presencia de metástasis en los ganglios linfáticos del cuello donde el tumor primario no es detectable.

Ecografía: puede ser útil para estudiar los ganglios linfáticos del cuello. Es un examen sencillo, inofensivo y que se realiza rápidamente. Sus limitaciones son que no siempre es posible diferenciar con precisión la hipertrofia reactiva (es decir, la simple inflamación) de la invasión tumoral del ganglio linfático.

Biopsia: consiste en la toma de un pequeño fragmento de tejido "sospechoso" que se enviará al laboratorio para ser analizado al microscopio; es un procedimiento diagnóstico indispensable para diagnosticar el cáncer y también aclara la histología de la enfermedad.

Endoscopia bajo narcosis: cuando la enfermedad no puede explorarse fácilmente o el paciente no puede, por diversas razones, someterse a las maniobras endoscópicas, la muestra de biopsia debe tomarse con el paciente dormido. De este modo, también se puede realizar una evaluación precisa de la extensión de la enfermedad y, si es necesario, se puede detectar la presencia de un segundo tumor. El examen bajo anestesia general permite una evaluación sin duda muy completa y precisa de todo el tracto aerodigestivo superior, incluidos el esófago y la tráquea.

Aspiración con aguja: Se trata de un muestreo de tejido realizado con una aguja fina. La orientación de la aguja se realiza bajo guía ecográfica. Una vez que se ha diagnosticado la presencia del tumor y se ha determinado su naturaleza, el paciente se somete a otras investigaciones para determinar la extensión de la enfermedad; todos estos exámenes se denominan "estadificación". Además de las investigaciones mencionadas, la radiología y la medicina nuclear permiten adquirir información valiosa a través de imágenes utilizando tecnologías que evolucionan rápidamente.

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Exámenes sugeridos

¿Cómo se trata?

La cirugía es el arma más potente utilizada en el tratamiento de estos tumores; incluye tanto la resección de la zona enferma como la extirpación de los ganglios linfáticos de la región afectada. El tumor puede atacarse con la cirugía tradicional, con la cirugía endoscópica, con la microcirugía moderna y con el uso de diferentes tipos de láser.  Ciertamente, el láser quirúrgico (tanto el láser de CO2 como el de diodo están disponibles en nuestro instituto) es una herramienta muy eficaz en la cirugía endoscópica, así como en la cirugía abierta hoy en día. Aunque a menudo se trata de procedimientos quirúrgicos complejos, las tecnologías actuales permiten preservar las principales funciones del paciente (voz, deglución) y su aspecto estético en casi todos los casos sin tener que recurrir a una grave minusvalía permanente de la traqueotomía u otras graves mutilaciones del pasado. En los casos especiales que requieren una amplia demolición quirúrgica, la operación se completa con una cirugía reconstructiva, realizada casi siempre en la misma sesión quirúrgica, por un doble equipo quirúrgico.

Consiste en el uso de colgajos pediculados o colgajos libres revascularizados, es decir, porciones de piel o de tejido muscular u óseo tomadas del paciente y transpuestas para rellenar la pérdida de sustancia. Esto permite ahora formidables oportunidades de recuperación de la función y de los componentes estéticos. En las demoliciones quirúrgicas que implican el sacrificio de estructuras nerviosas, en algunos casos, como en las parotidectomías ampliadas con sacrificio del nervio facial (el nervio que mueve los músculos faciales), la operación implica la extirpación de otro nervio, generalmente el nervio sural, para reconstruir el propio nervio facial, en la misma sesión operatoria.

La radioterapia y la quimioterapia, a cargo de los respectivos especialistas, son las otras herramientas fundamentales (a veces de igual o mayor eficacia) en el tratamiento de esta enfermedad.

El uso de las diferentes formas de tratamiento, utilizadas individualmente o en forma de combinaciones particulares (Cirugía más Radioterapia adyuvante; Cirugía más Radioquimioterapia adyuvante; Radioterapia con intención radical o Radioterapia exclusiva; etc.) caracteriza los llamados protocolos de tratamiento. La dirección de un protocolo se evalúa siempre en reuniones multiespecialistas (las llamadas reuniones colegiadas multidisciplinares) para cada paciente.

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