Ablación urológica

¿Qué es?

La ablación es la destrucción de las células tumorales mediante una fuente de energía externa.

Dificultad técnica:
media
Duración media del procedimiento:
30 minutos
Duración media de la estancia hospitalaria:
1 día

¿Cuándo está indicado este procedimiento?

No todos los pacientes pueden ser candidatos a la cirugía. La ablación consiste en la destrucción de las células tumorales mediante una fuente de energía externa. Para tratar el tejido objetivo, es necesario alcanzar el tumor con agujas utilizando como guía la ecografía o el TAC. La calidad de los estudios disponibles sobre estos métodos no permite indicaciones definitivas, y este tratamiento se reserva para pacientes con problemas de salud que determinan un riesgo importante de complicaciones en caso de cirugía. Otras indicaciones para las que puede utilizarse son los tumores renales múltiples o un deterioro grave de la función renal.

¿Cómo se realiza?

Las fuentes de energía más utilizadas son la crioablación o la termoablación por microondas. En ambos casos, el abordaje más utilizado es el percutáneo, es decir, mediante una punción en la espalda que permite que la aguja irradie la lesión objetivo en el riñón. La colocación de la aguja se comprueba mediante una ecografía o un TAC. En casos más raros, el tratamiento ablativo también puede utilizarse durante la propia cirugía, y suele realizarse en el caso de lesiones tumorales múltiples que se tratan con una combinación de diferentes tratamientos. La crioterapia utiliza temperaturas de entre -20° y -40°C producidas por la punta de la aguja para provocar la necrosis coagulativa del tejido neoplásico. La termoablación utiliza microondas producidas por la punta de la aguja para calentar y destruir las células tumorales. Al mismo tiempo, el calor generado cierra los pequeños vasos sanguíneos y reduce el riesgo de hemorragia. Tras ambos métodos, las células tumorales muertas son sustituidas gradualmente por tejido cicatricial.

Recuperación

Complicaciones a corto plazo

En 9 de cada 10 pacientes no se observan complicaciones tras el procedimiento. El efecto secundario más frecuente de la intervención es el dolor postoperatorio, que suele ser leve.  En algunos casos, puede producirse una hemorragia con necesidad de transfusiones o, más raramente, maniobras de intervención. Otras complicaciones son posibles pero poco frecuentes y suelen depender del estado de salud inicial del paciente.

Complicaciones de larga duración

La mayoría de los pacientes después de la cirugía tienen una recuperación completa de sus actividades diarias sin ninguna limitación o empeoramiento de su estado de salud antes de la cirugía. Los riesgos a largo plazo son el empeoramiento de la función renal global con la posibilidad de que se produzca una insuficiencia renal y la reaparición de la enfermedad a nivel local o sistémico, con la necesidad de un tratamiento adicional.

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