¿Qué diferencias hay entre los cerebros masculino y femenino?

¿Qué diferencias hay entre los cerebros masculino y femenino?

Fecha de publicación: 19-12-2022

Actualizado en: 28-04-2023

Asunto: Salud mental

Tiempo estimado de lectura: 1 min

¿Existen diferencias entre los cerebros masculino y femenino en cuanto a las capacidades cognitivas y funcionales y a la expresión de las emociones? La respuesta es sí. Sin embargo, a veces los estereotipos conducen a la definición de los llamados "lugares comunes".

Ahora muchos saben que desde el punto de vista anatómico y estructural hay diferencias, por ejemplo, en el tamaño del cerebro, así como desde el punto de vista cerebral y neuronal. El desarrollo y el proceso de envejecimiento, además, implican etapas diferentes entre los dos géneros: esto parece tener un impacto en la forma de interactuar con el entorno y en la calidad de las relaciones.

Lo comentamos con Enrico G. Bertoldo, Silvana Pagliuca y Valentina Fiolo, psicoterapeutas y neuropsicólogos de la Unidad de Psicología del Policlínico San Donato.

Diferencias que se desprenden de los estudios

Ya sea considerado desde un punto de vista biológico, cognitivo o conductual, el cerebro siempre ha sido un componente excepcional del ser humano y con la llegada de la Neurociencia, es decir, el estudio científico del cerebro y el sistema nervioso, ha empezado a ver reconocida su primacía.

A principios del siglo XX, el debate se enriqueció con importantes descubrimientos, gracias en parte a la disponibilidad de tecnologías de neuroimagen cada vez más avanzadas que permiten observar sus estructuras anatómicas y funcionales. Estos descubrimientos han ayudado a comprender si existen diferencias sustanciales, anatómicas y funcionales, entre el cerebro masculino y el femenino.

Un estudio realizado por Lise Eliot, de la Universidad Rosalind Franklin, concluye que las diferencias entre los cerebros de los 2 géneros son prácticamente inexistentes y que éstas son atribuibles esencialmente al tamaño de la cabeza. El estudio descubrió que las mujeres tienen un 11% menos de cerebro que los hombres cuando se correlaciona con el tamaño general del cuerpo.

La neuroimagen ha indicado que en los varones hay una mayor presencia de materia blanca (Gur R. et. al., 1999), mientras que en las mujeres hay una mayor presencia de materia gris (Goldstein J.M. et al., 2001).

Otros estudios han demostrado diferencias en las áreas subcorticales encefálicas responsables del significado emocional de los estímulos entrantes (amígdala), la memoria y la orientación (hipocampo).

La amígdala y el hipocampo son 2 elementos focales del sistema límbico, un conjunto de estructuras complejas que desempeñan un papel clave en las relaciones emocionales, las respuestas conductuales, los procesos mnésicos, el control del movimiento intencional, el sentido del tiempo y la motivación.

Se observó una pequeña diferencia en el cuerpo calloso, que parece hacer que los 2 hemisferios del cerebro de los hombres sean más independientes y con menos comunicación entre ellos.

Las funciones de los hemisferios cerebrales

En ambos sexos, se observa que el hemisferio izquierdo se dedica al pensamiento lógico, racional, analítico y lineal y al centro del lenguaje verbal (áreas de Broca y Wernicke), mientras que el hemisferio derecho se dedica al pensamiento visual, al pensamiento emocional, a la creatividad, al procesamiento paralelo de la información y al centro del lenguaje no verbal. Estas especializaciones hemisféricas desmienten en cierto modo las generalizaciones que han surgido en los últimos años.

Inteligencia emocional y empatía

El cerebro es un órgano muy complejo dotado de plasticidad, es decir, capaz de modificar su estructura: por lo tanto, no parece haber un verdadero marcador relacionado con el género, sino que se observan diferencias en todo aquello que nos hace capaces de ser cognitivamente activos, de desarrollar nuevas conexiones nerviosas para garantizarnos una buena reserva cognitiva independientemente del género.

Los seres humanos, ya sean hombres o mujeres, están dotados de un componente muy importante llamado "inteligencia emocional", es decir, la capacidad de reconocer, nombrar, distinguir y poder gestionar las emociones propias y ajenas. En el imaginario colectivo, las mujeres suelen ser percibidas como más inteligentes emocionalmente que los hombres. Pero, ¿es realmente así?

Un estudio muestra que las mujeres parecen ser más propensas a expresar emociones y, en consecuencia, parecen tener una mayor expresividad emocional (Yaling Deng, 2016); también parecen tener una mayor capacidad para verbalizar las emociones, incluso mediante el uso de vocabulario complejo. Se ha demostrado (Baron-Cohen, 2003) que las mujeres asumen con mayor frecuencia una actitud de apoyo, acogida y empatía hacia los demás, y son más capaces de comprender los estados emocionales de los demás. 

También se han realizado muchos estudios para entender cómo los hombres y las mujeres procesan las emociones y muchas investigaciones se han centrado en la empatía. Algunos estudios han evaluado la empatía de forma subjetiva, y se observó que las mujeres eran más propensas a percibir sentimientos en respuesta a diversos escenarios sociales, pero cuando se intentó medir la empatía de forma objetiva, mediante la identificación precisa de las emociones expresadas en imágenes de rostros, se observó que la diferencia entre ambos sexos era muy baja.

Qué influye en las diferencias de género

En resumen, esta revisión de la investigación nos muestra claramente que cuando hablamos de diferencias de género, para evitar el riesgo de caer en estereotipos, es necesario tener en cuenta otras variables como: 

  • edad;
  • aspecto biológico;
  • contexto sociocultural.  

La respuesta a la pregunta inicial parece, pues, volver a centrar la atención en la persona como individuo biopsicosocial. El entorno, la cultura, la interacción social y la personalidad parecen ser elementos que moldean nuestras neuroestructuras y guían nuestro comportamiento, lo que nos hace especiales en nuestra "singularidad" a pesar de compartir una fisiología y un cerebro anatómicamente similar.

La cuestión que, en conclusión, parece abrirse no es tanto la de la diferencia de género, sino la de cómo fomentar un mundo que sea capaz de acoger las especificidades y la singularidad de cada persona, más allá del género al que pertenezca. 

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