LIGADURA DE VARICES ESOFÁGICAS

¿Qué es?

Las varices esofágicas son venas dilatadas del esófago que suelen presentarse en pacientes con cirrosis hepática. De hecho, un hígado crónicamente dañado provoca un aumento de la presión en la vena que transporta la sangre desde el intestino hasta el hígado (vena porta), lo que da lugar al desarrollo de nuevas venas, denominadas vasos colaterales, que evitan el hígado. Estas venas se desarrollan en varias localizaciones, principalmente en el esófago distal donde, al hincharse y volverse tortuosas, son propensas a romperse con la aparición de hemorragias, que pueden salir por la boca (hematemesis) o eliminarse por el intestino, con heces negruzcas (melena).

El diagnóstico se obtiene mediante la realización de un examen endoscópico (gastroscopia), que también permite el tratamiento, como la ligadura de las varices esofágicas.

¿Cuándo está indicado este examen?

Este tratamiento endoscópico se recomienda en cualquier paciente que presente una hemorragia digestiva alta documentada cuyo origen sean las varices esofágicas. También es la terapia de elección en las hemorragias agudas.

La ligadura de varices también puede ser útil en la profilaxis primaria, es decir, en la prevención de la primera hemorragia de varices esofágicas medianas o grandes y en pacientes con contraindicación o intolerancia al tratamiento con fármacos betabloqueantes.

¿Cómo se realiza?

Durante la gastroscopia, la hemorragia puede detenerse aplicando un pequeño anillo elástico en la base de la variz, lo que provoca la trombosis de la variz y su posterior oclusión y desaparición. Para conseguir la desaparición completa de todas las varices, son necesarias varias exploraciones endoscópicas (generalmente de 3 a 5), que se realizan semanalmente o cada 2 semanas. La desaparición completa de todas las varices es importante para evitar nuevas hemorragias.

Contraindicaciones

Después de la ligadura de las varices esofágicas, pueden aparecer fiebre, dificultad para tragar, dolor torácico y/o abdominal superior, que se resuelven espontáneamente y sólo deben ser motivo de preocupación cuando persisten.

También pueden aparecer úlceras en la mucosa del esófago. La caída al cabo de unos días de las pequeñas costras que las cubren (escaras) puede provocar nuevas hemorragias que generalmente cesan de forma espontánea.

La dificultad para tragar suele desaparecer al cabo de unos días y sólo su prolongada persistencia puede indicar la presencia de un estrechamiento del esófago tras el tratamiento. Esta complicación puede remediarse fácilmente mediante una endoscopia.

Las complicaciones más graves, como la perforación, son mucho más raras.

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