Tumor de glándulas salivales

¿Qué es?

Es un tumor que puede desarrollarse en las glándulas salivales mayores, como la parótida (delante de la oreja), la submandibular (situada a la altura de la barbilla), la sublingual (debajo de la lengua) y las glándulas salivales menores situadas en los labios y la mucosa de la boca y la faringe. El lugar más afectado es la glándula parótida (40-60%), luego las glándulas salivales menores (30-50%) y finalmente las submandibulares (10%)

¿Cuáles son los síntomas?

La sintomatología asociada a los tumores de las glándulas salivales es escasa o nula, en los primeros estadios, más allá de la presencia de una hinchazón no dolorosa y progresiva delante o debajo de la oreja, bajo la mandíbula, en la cavidad oral. La presencia de un crecimiento rápido, el dolor y/o la parálisis de los músculos del tercio medio facial son signos de la gravedad del tumor.

  • inflamación glandular
  • déficits neurológicos del nervio facial
  • dolor
  • crecimiento progresivo de las glándulas del cuello
  • tumefacción facial irregular

¿Cómo se diagnostica?

El principal examen que se sigue utilizando hoy en día es la ecografía, un examen sencillo y barato, que también permite realizar el diagnóstico mediante una aspiración con aguja, es decir, una punción del tumor para recoger células y formular una sospecha de diagnóstico.

Sin embargo, por desgracia, el éxito del examen depende de la experiencia de quienes lo realizan, por lo que no siempre es adecuado y, en cualquier caso, no permite ver las partes más internas de las glándulas.

La RM (resonancia magnética), mucho más que la TAC (tomografía axial computarizada), aporta información importante sobre el tamaño del tumor, la afectación de estructuras vecinas como huesos, vasos sanguíneos o nervios, y la posible presencia de ganglios linfáticos enfermos. Además, los recientes avances tecnológicos en el campo de las imágenes por resonancia magnética también permiten formular una sospecha diagnóstica que, sin embargo, no puede sustituir actualmente a la obtenida por aspiración con aguja.

La biopsia de los tumores de las glándulas salivales está casi siempre contraindicada, debido al riesgo de diseminación de la enfermedad a los tejidos circundantes, típico de este tipo de tumores.

El diagnóstico del tumor debe confirmarse mediante una aspiración con aguja del lugar de origen o, si esto no es posible, mediante una aspiración con aguja del ganglio linfático.

Las metástasis son inicialmente raras, y suelen aparecer al cabo de los años en el 2-30% de los casos, dependiendo del estadio inicial y de la histopatología, mientras que son muy frecuentes en los estadios localmente avanzados. El órgano más afectado es el pulmón.

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Exámenes sugeridos

¿Cómo se trata?

Al tratarse de una enfermedad rara, se dispone de pocos estudios para definir el mejor enfoque terapéutico, pero la cirugía, cuando es posible, es la mejor estrategia terapéutica para tratar los tumores de las glándulas salivales. La intervención quirúrgica depende, obviamente, de la glándula afectada, y consiste en la extirpación de toda la glándula (para los tumores sotomandibulares y sublinguales) o incluso sólo de una parte (en el caso de los tumores de la glándula parótida). En el 20% de los casos también puede ser necesario extirpar los ganglios linfáticos del cuello, dependiendo del tamaño de la enfermedad, la localización y el grado histológico.

Además del enfoque quirúrgico, puede ser necesario completarlo con radioterapia.

Las principales indicaciones de la radioterapia postoperatoria son las siguientes:

  • Tumores de la parte profunda de la glándula parótida;
  • Lesiones grandes (T3-T4);
  • Residuos microscópicos (R1) o macroscópicos (R2) después de la quiropráctica;
  • Grado histológico alto (G3-G4);
  • Afectación nerviosa (invasión perineural);
  • Afectación de los ganglios linfáticos;
  • Rotura capsular (extracapsularidad);
  • Recurrencia después de una cirugía previa.

En los estadios localmente avanzados, la curación todavía es posible, pero puede ser necesario combinar la quimioterapia con la cirugía y la radioterapia en función de las características de la enfermedad, el riesgo de que el tumor vuelva a aparecer, la edad del paciente y las demás enfermedades de éste.

Por el contrario, en el caso de inoperabilidad, el tratamiento a realizar es únicamente la radioterapia.

En el caso de que la enfermedad afecte a otros órganos (metastásica), el objetivo puede no ser ya la curación, sino la cronificación de la enfermedad mediante: quimioterapia (las terapias con cisplatino y adriamicina del tipo CAP (cisplatino, adriamicina, ciclofosfamida) o con taxol (ineficaz en el carcinoma adenoide quístico) son las más utilizadas) o radioterapia de los focos sintomáticos/riesgo de hemorragia/fractura.

Por otra parte, en el caso de los adenocarcinomas metastásicos que expresan receptores hormonales, otra opción de tratamiento será la terapia hormonal hasta la máxima respuesta o en función de la tolerabilidad.

Los tratamientos anteriores se combinarán posiblemente con la radioterapia de los lugares sintomáticos o con riesgo de hemorragia/fractura y con la cirugía de las metástasis individuales, en particular si hay menos de 6 lesiones, sin afectación pleural y 3 años después del tratamiento anterior.

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